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Andrés Camino Romero. Doctor en Historia
Málaga
Jueves, 15 de mayo 2025, 00:47
El Jubileo de la Esperanza, declarado por el difunto papa Francisco para el año 2025, hará posible que la Virgen de la misma advocación, a su vuelta de Roma tras la Gran Procesión del Jubileo de las Cofradías del 17 de mayo, vuelva a recibir la veneración de los devotos y fieles en la Santa Iglesia Catedral Basílica de la Encarnación, como sucediera entre 1931 y 1938, pero por motivos bien diferentes. Su estancia será breve, del 22 al 24 de mayo, teniendo lugar un besamanos y una misa de acción de gracias. Finalizada la función religiosa regresará en procesión extraordinaria a su sede canónica, la Basílica Menor del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso y María Santísima de la Esperanza, en el trono de María Auxiliadora, la Virgen de Don Bosco y de la familia Salesiana.
La Archicofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso y María Santísima de la Esperanza fue la institución penitencial más popular y de mayor proyección en el panorama cofrade malacitano durante los 'Felices Años Veinte'. Esta circunstancia, posiblemente, motivase a un ciudadano, llamado Carlos Mendizábal Brunel, ingeniero de profesión y residente en Málaga, a dirigir un escrito, fechado el 28 de febrero de 1929, al Nuncio del Papa en España, monseñor Federico Tedeschini (1921-1936), para quejarse de la Semana Santa malagueña de 1928 en general –a excepción de la procesión del Viernes Santo de Servitas– y cargar, en particular, contra los hombres de trono de la Esperanza que «hicieron bailar a la imagen de la Madre de Dios a compás de una canción obscena» o que «una perdida cupletera de la más baja categoría, encaramada en una de las pilas de agua bendita, seca ese día, dirigió una 'saeta' o canción popular de Semana Santa a la imagen, coreado entre las vociferaciones entusiastas por el populacho desbordado».
Ese documento, que tuve la fortuna de localizar en el Archivo Apostólico Vaticano, no tiene desperdicio por la forma en que el citado señor, apellidado como el que fuera desamortizador de los conventos en 1835-1836, criticase la Semana Santa malagueña. Desconozco si los hechos referidos los vivió en primera persona o le fueron contados con una exageración desmedida sobre la Virgen de la Esperanza, uno de los iconos marianos más devocionales con los que ha contado y, en la actualidad, cuenta nuestra ciudad.
Dos años después, en el fatídico año de 1931, cuando la archicofradía había remodelado y bendecido la capilla de los sagrados titulares gracias al esfuerzo de los directivos dirigidos por Manuel Cárcer Trigueros (1925-1938) y las aportaciones de los hermanos, según informó cumplidamente La Unión de Málaga el 9 de febrero; y, además, había efectuado una brillantísima salida procesional de la que dio sobrada cuenta el periódico La Unión Mercantil en su edición del 3 de abril, un movimiento subversivo atentó contra el estamento eclesiástico, asaltando y quemando durante los días 11 y 12 de mayo la inmensa mayoría –no la totalidad– de los conventos e iglesias de la ciudad, encontrándose la propia parroquia de Santo Domingo, donde recibía culto la histórica Archicofradía del Paso y la Esperanza, desde mediados del siglo XVI la sección del Señor y a partir de 1641 la de la Virgen. Esta corporación, de sello dominico, perdió el Nazareno del Paso, apodado 'el Moreno', debido a su policromía, y, milagrosamente, unos jóvenes llamados Francisco Sánchez Segarra y Ramón Cerrillo, pudieron rescatar de los escombros la cabeza y las manos de la Virgen de la Esperanza, que se pusieron a salvo.
Cuenta Dolores Carrera Hernández, en el libro 'Esperanza Nuestra', editado en 1988 por la propia archicofradía, que la Virgen de la Esperanza llegó el 14 o 15 de mayo a la casa del directivo Julio Gancedo Sáenz, que residía, por entonces, en la céntrica plaza de Mitjana. En ese domicilio permaneció hasta su posterior traslado a la Catedral. Además, la citada escritora menciona que «no fue restaurada su policromía y en la mejilla derecha tenía un ligero desperfecto, seguramente de algún golpe dado. Pero no querían de ningún modo los hermanos que la Virgen se arreglase 'para que toda Málaga viese lo que aquellos cafres habían hecho con Ella'».
Poco a poco la archicofradía recuperaba una aparente 'normalidad', si puede llamarse así. Como la Catedral no había estado, en teoría, en el punto de mira de los impíos asaltantes y alborotadores, la junta de gobierno, presidida por el mencionado Manuel Cárcer, acordó que se hicieran las gestiones oportunas con el Cabildo Catedralicio.
Según Lola Carrera, los directivos buscaron la recomendación del canónigo –y no deán– Andrés Coll y Pérez (1885-1960), considerado un «buen esperancista» y el encargado de bendecir el 9 de febrero de 1931 la nueva capilla de la Archicofradía del Paso y la Esperanza, aunque como señala el profesor Fernando José Alonso González en su artículo 'El polémico canónigo Andrés Coll y las cofradías malagueñas de los años veinte', publicado en la revista La Saeta de Otoño de 2024, Coll conectaba más con la Congregación de la Buena Muerte por su fuerte vinculación con la Legión, el dictador Miguel Primo de Rivera (1923-1930) y el rey Alfonso XIII (1886-1931).
Así, en la sesión del estamento capitular del 18 de julio de 1931 se expuso: «el deseo significado por los cofrades de la Hermandad de Nuestra Señora de la Esperanza de traer a nuestro templo la venerada imagen de su titular, que antes recibía culto en la quemada iglesia de Santo Domingo, a fin de que ahora reciba en la Catedral». Por su parte, los canónigos acordaron «acceder a tan piadoso deseo, colocando dicha imagen en la capilla que está a la entrada del vestuario de los señores canónigos, en el altar de 'Jesús y los Niños'». Esta capilla se conocía, igualmente, por otras dos denominaciones muy similares: 'la del Cristo de los niños' y la del 'Cristo bendiciendo a los niños', llevando, hoy día, el nombre de 'San Sebastián', por la talla existente del santo.
No sería, pues, hasta el domingo 2 de agosto, festividad de Nuestra Señora de los Ángeles, cuando la Dolorosa pasara a recibir culto en el susodicho recinto. Nuevamente, Lola Carrera señala que la imagen fue trasladada en un vehículo hasta la Catedral, aunque no precisa la hora. Cabe pensar, por consiguiente, que lo más razonable fuese que se produjera en un horario intempestivo, con el fin de no despertar la atención y los recelos de los enemigos de las cofradías.
Más tarde, el día 18 de ese mes, la 'Archicofradía del D. N. de Jesús Nazareno del Paso y María Santísima de la Esperanza' dirigía un escrito al Cabildo Catedralicio para que le autorizase colocar en la capilla asignada «un cepo destinado a recoger las limosnas de los fieles; y al pedir la debida autorización se someterá, si se le concede, a las normas de administración que para ello se les dicte».
La siguiente petición que partía de la directiva era, como dio cuenta el deán en la reunión del 30 de noviembre, «el deseo de la Hermandad de la Virgen de la Esperanza de poner ante la veneranda imagen de Ntra Señora una lámpara de luz eléctrica con contador y demás fastos a cargo de dicha Hermandad; y se acordó acceder a lo pedido, siempre y cuando todo sea de la cuenta de la Hermandad y en su nada tenga que intervenir la Fábrica de Ntra Santa Iglesia y que la instalación se haga en forma técnica que aleje todo peligro de siniestro». En efecto, para el mes de diciembre, la hermandad puso, para iluminar a su titular, una lámpara de luz eléctrica con contador, corriendo los gastos a cuenta de ésta.
Con la llegada de la cuaresma de 1932, la archicofradía peticionaba el correspondiente permiso para la celebración del triduo «en la semana de pasión», siendo aprobado por unanimidad acceder a lo requerido. En el periódico La Unión Mercantil del 15 de marzo de ese año se informaba de lo que sigue: «SANTA IGLESIA CATEDRAL. Diariamente misas rezadas de seis y media a doce de la mañana. Los domingos, misas a las doce y media en el altar de la Virgen de la Esperanza, y en el de la Victoria, a las once. Jubileo de las XL horas. Se manifiesta a las cinco de la tarde. Solemnes cultos que en honra y desagravio de sus divinos titulares Ntro. Padre Jesús del Paso y María Santísima de la Esperanza han de celebrarse en este templo, durante los días 17, 18 y 19 del corriente mes. Todas las tardes, a las seis y tres cuartos, rezo del santo rosario, preces del triduo y sermón a cargo del arcipreste don Andrés Coll y Pérez». Otra vez queda demostrado los vínculos con el canónigo Coll.
Más adelante, el 6 de mayo, se reunió el Cabildo Catedralicio para abordar los asuntos fijados en el orden del día. El deán, en una de sus intervenciones, se refirió a que los cofrades de la Esperanza le habían entregado un libro manuscrito, en el que constaban los ingresos y gastos efectuados con la recaudación del cepo colocado ante su altar. Por su parte, los capitulares agradecieron el gesto y acordaron que fuese el propio Presidente del estamento el que les diese las gracias.
Al mes siguiente, el día 10, La Unión Mercantil informaba, esta vez, del fallecimiento de la «señora doña Elisa Trigueros Llerena (q.e.p.d.), madre del Mayordomo-Presidente de la citada Cofradía, don Manuel Cárcer Trigueros». Por ello, la junta de gobierno invitaba a todos los cofrades y fieles a que asistiesen a las misas en sufragio de la difunta que tendrían lugar en la Catedral y «en la Capilla de la Virgen de la Esperanza», el día 11, a las 11, 11 ½ y 12. Es llamativo el hecho de que el periodista que facilitara la noticia, bautizase el espacio que ocupaba la titular de la archicofradía con su advocación. Con respecto al óbito de la señora Elisa, la junta general celebrada en la Agrupación de Cofradías el 15 de junio, en su sede de la Alameda Principal n.º 29, se hizo mención «a la desgracia que aflije» al señor Cárcer por la muerte de su madre.
Los medios de información de la época nos permiten, por otra parte, tener conocimiento de la celebración de bodas en la capilla que residía la Virgen de la Esperanza en el interior de la Catedral, lo que pone de manifiesto, una vez más, la indiscutible devoción que despertaba entre los hermanos y malagueños. Una de esas ceremonias nupciales fue la de «la bella y gentil Srta. Maria Naranjo Solero y el joven comerciante de esta plaza D. Eladio Grande Padros, después de celebrado su enlace matrimonial el pasado domingo ante el altar de la Virgen de la Esperanza». Por desgracia, en la noticia no se recoge la fecha del casorio pero, a buen seguro, tuvo que producirse antes de la guerra civil.
Ya en otro orden de asuntos, Manuel Cárcer asistió e intervino en la asamblea agrupacional del 21 de febrero de 1935 para felicitar a la Comisión Pro-Semana Santa, «pues su labor es digna de los mayores elogios, ya que con la vista puesta en los altos intereses de la Ciudad, vienen trabajando por el resurgimiento de la Semana Santa». Sin embargo, aclaraba que él no se opondría a la aprobación de la 'Memoria' y el resurgimiento de los desfiles procesionales pero «sí tiene que hacer constar que él no es partidario de que salgan las procesiones en Málaga donde se ensañaron los enemigos de la Iglesia sin que antes el Santísimo no haya bendecido las calles por las que fueron profanadas imágenes y enseres». A este respecto, Fernando Roldán Andreu, uno de los promotores y miembro de la referida comisión, refutaba los argumentos de Cárcer, apostillando que: «la mayor emoción que podría proporcionar el pueblo de Málaga sería la de admirar la Virgen de la Esperanza a hombros de todos los malagueños que, como él quisiera tener la honra de sacarla y a cara descubierta».
Al poco tiempo, y en el cabildo general convocado por la Archicofradía del Paso y la Esperanza el 23 de marzo, se votó si los hermanos estaban o no a favor de la salida procesional en la Semana Santa de 1935. El resultado fue el siguiente: votos a favor de la no salida de la procesión, 263; votos a favor de la salida, 58; votos en blanco, 6. El total de votantes alcanzó el número de 327, una cifra nada desdeñable para la época.
El permiso concedido por parte del Cabildo de la Catedral a la Archicofradía del Paso y la Esperanza sentó un precedente que aprovecharon otras cofradías de cara a solicitar la debida autorización a fin de trasladar, temporalmente, a sus titulares. Pero antes de que cuatro peticiones se recibiesen en la secretaría del estamento capitular, que detallo a continuación, la Virgen de la Victoria, declarada por el papa Pío IX (1846-1878) en 1867 patrona de Málaga y de la diócesis, fue llevada a la Catedral en los meses inmediatos a mayo de 1931. Parece ser que, ante la creciente algarabía callejera provocada por los correligionarios de los partidos de izquierda, los cofrades victorianos decidieron trasladar, por motivos de seguridad, la imagen del siglo XV desde el Santuario –seguramente en un transporte– hasta la casa del hermano mayor, Plácido Gómez de Cádiz y Gómez (1931-1938), que, por esos años, vivía en la calle Torrijos (actual Carretería), números 80-82, permaneciendo durante un periodo de tiempo.
Como digo, la primera petición partió de la Cofradía de la Expiración. Enrique Navarro dirigió al deán un escrito fechado el 10 de mayo de 1932 para que autorizase el traslado de la Virgen de los Dolores, que había corrido una suerte similar a la de la Esperanza. Seis días después, el Cabildo Catedralicio aceptaba la petición, decidiendo que «el lugar designado para la colocación de la imagen y altar portátil será el de la puerta (de las tres de la fachada principal del templo) más inmediata al salón de la sala capitular».
La segunda, en cuestión, fue la Venerable Orden Tercera de Siervos de María, que ocupó, para la Virgen de Servitas, la capilla del Santísimo Cristo de la Agonía o también llamada Nueva. Actualmente denominada del Cristo de la Victoria, vulgo de los Caídos.
La tercera en obtener el plácet de los capitulares sería la Hermandad del Santo Sepulcro, situándose en el lado izquierdo de la capilla de San Francisco, previa solicitud cursada el 1 de julio de 1932.
La Congregación de Mena era la última en demandar, el 14 de noviembre de 1932, el traslado a la Catedral, permitiéndosele que la Virgen de la Soledad se pusiese en un altar del lateral derecho de la puerta de los Abades o del Sol.
Una vez expuestas dichas líneas es necesario realizar una pequeña aclaración. De todas las corporaciones nazarenas que solicitaron la estancia en el templo mayor, la única que no sufrió daño alguno en su sede canónica fue la del Sepulcro en la iglesia de la Victoria, decidiendo su hermano mayor, Rafael Ramis de Silva (1929-1935), y directivos que lo recomendable sería sacar las imágenes del Señor del Santo Sepulcro y la Virgen de la Soledad de allí y llevarlas a un lugar más seguro como la Catedral
Finalizados los desfiles de la Semana Santa de 1935, la única hermandad que permanecía todavía en el templo catedralicio era la Esperanza.
Con el estallido de la contienda civil el 18 de julio de 1936 el primer templo de la diócesis se convirtió en un lugar de acogida para todos aquellos que huían de los pueblos de la provincia. La rápida actuación del maestro nacional Vicente Andrade Fernández (1904-1973), de ideas republicanas y miembro de la Junta del Tesoro Artístico pero con una gran sensibilidad por el arte, evitó la destrucción de gran parte del patrimonio que se atesoraba en la Catedral. Sus actuaciones fueron acertadísimas y milagrosas, puesto que depositó un sinfín de imágenes, cuadros, objetos y piezas de valor en la sacristía mayor, y, además, ordenó tapiarla así como el coro para evitar cualquier tipo de desperfectos de la obra de Luis Ortiz de Vargas (1588-1649), José Micael y Alfaro (1595-1650) y Pedro de Mena y Medrano (1628-1688). En la sacristía se encontraban, entre otras, la escultura de Santa María de la Victoria y la cabeza de la Virgen de la Esperanza.
El obispo Balbino Santos Olivera (1935-1946) desde su exilio en Melilla, ya que se vio obligado a huir de Málaga en el mes de julio de 1936 por correr su vida peligro de muerte, se interesó especialmente por el paradero de la Virgen de la Victoria por la que sentía una profunda devoción sin que se le pudiese dar una respuesta. De hecho, él se convertiría en el impulsor y artífice de su coronación canónica en 1943.
Ya, en febrero de 1937, se le pudo informar que la imagen de la Patrona había sido hallada en la sacristía sin apenas desperfectos. Igual suerte corrió la cabeza de la Virgen de la Esperanza. En cuanto los archicofrades supieron de su existencia la reclamaron debiendo justificar, seguramente con documentos gráficos, que la testa de la titular mariana pertenecía a la archicofradía.
Curiosamente, y se desconoce el porqué, en 1938 la pierna del Crucificado de la Buena Muerte, obra del genial Pedro de Mena destruida en el bárbaro asalto a la parroquia de Santo Domingo, se localizaba en la sala capitular de la Catedral. La explicación que pueda tener más sentido es que los congregantes, tras recibir el pertinente permiso para dar culto a Nuestra Señora de la Soledad, se la llevasen y la pusiesen a disposición del Cabildo Catedralicio que la custodió hasta que, definitivamente, fue entregada a la Congregación de Mena.
Cuando la cabeza de la Virgen de la Esperanza estuvo en poder de los hermanos se decidió, ya siendo hermano mayor Julio Gancedo (1938-1939), quien sustituía al fallecido Manuel Cárcer (+1938), que el escultor Adrián Risueño Gallardo (1896-1966) se encargase de su restauración.
Posteriormente la imagen de la Virgen era bendecida el 13 de abril de 1938 en la Catedral y cómo no por el canónigo Andrés Coll, en quien había delegado el prelado por sus vínculos fraternales con los hermanos de la archicofradía. La Dolorosa continuó recibiendo culto en el templo pero ya en la capilla del Cristo de la Victoria que, en 1941, acogería en la cripta a casi un millar de restos de los asesinados por miembros y simpatizantes del Frente Popular durante la contienda civil.
Con la parroquia de Santo Domingo reabierta al culto, los archicofrades de la Esperanza decidieron que ya iba siendo hora de regresar a su residencia canónica. Ese asunto fue tratado en el Cabildo Catedralicio del 30 de noviembre de 1938 del siguiente modo: «El Sr. Deán dio cuenta de que la Hermandad de Nuestra Señora de la Esperanza de acuerdo con el Rvmo. Prelado ha decidido retirar su veneranda Imagen, dejando en beneficio de nuestra Iglesia alguna tapicería que había colocado en la Capilla donde hasta ahora ha estado expuesta al Culto».
Seis días más tarde se celebró un cabildo general perfilándose los pormenores del traslado de la titular, que sería el domingo 18, en la fiesta de Nuestra Señora de la Esperanza, volviendo la Virgen a la que, desde el siglo XVII, había sido su casa.
En el Diario SUR del 20 de diciembre de 1938 se publicaba una fotografía de la imagen portada por hermanos y devotos en unas andas procesionales por las calles del centro de la ciudad. No obstante, en otra noticia publicada el día 19 con la reproducción de una foto de Arenas, se decía: «La Hermandad de la Esperanza celebró ayer la fiesta de su titular. En la bellísima iglesia de Santo Domingo, mutilada por la horda, los cofrades de las más querida Hermandad malagueña se reunieron en un fervor emocionado ante la Virgen perchelera y bonita, que en la próxima Semana Santa levantará el entusiasmo de Málaga durante su desfile procesional».
Sírvase decir que, desde el año 1938, lo más cerca que la imagen de María Santísima de la Esperanza ha estado de la Catedral ha sido su travesía por la calle Molina Lario y plaza del Obispo como final del nuevo recorrido oficial vigente desde 2019, y su paso por el Postigo de los Abades con motivo de la Magna Procesión celebrada por el centenario fundacional de la Agrupación de Cofradías (1921-2021). Ni tan siquiera la coronación canónica tuvo lugar en el templo catedralicio, sino en la plaza de la Constitución, en la del pueblo malagueño, el 18 de junio de 1988, festividad de los patronos San Ciriaco y Santa Paula. Sin embargo, la efigie del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso (1940), obra del valenciano Mariano Benlliure Gil (1862-1947), presidió el vía crucis de la Agrupación de Cofradías en el año 2015 con motivo del 75.º aniversario de la bendición.
Ahora, 87 años después, la Virgen de la Esperanza regresa al templo que fue su hogar entre 1931 y 1938, pero ahora lo hace de forma jubilosa y triunfal, y no me cabe la menor duda que será aclamada y vitoreada por la Málaga cofrade. ¡Ya era hora de que la Virgen volviese a la Catedral!
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